«Incluso la vida cristiana, sin adorar al Señor, puede convertirse en una forma educada de alabarse a uno mismo y el talento que se tiene. Es un riesgo grave: servirnos de Dios en lugar de servir a Dios», lamentó el pontífice en su homilía.
Y añadió: «Cuántas veces hemos cambiado los intereses del Evangelio por los nuestros, hemos cubierto de religiosidad lo que era cómodo para nosotros, cuántas veces hemos confundido el poder según Dios, que es servir a los demás, con el poder según el mundo, que es servirse a sí mismo».
El papa argentino abordó el tema de la adoración al analizar el ejemplo de los tres Reyes Magos que acudieron al Portal de Belén para arrodillarse ante el Niño Jesús.
En este sentido vaticinó que «si perdemos el sentido de la adoración, perdemos el sentido de movimiento de la vida cristiana, que es un camino hacia el Señor, no hacia nosotros».
En ese pasaje bíblico, indicó, también aparecen personajes que no saben adorar, como el rey Herodes, empeñado en localizar al Mesías.
«¿Qué nos enseña esto? Que el hombre, cuando no adora a Dios, está orientado a adorar su yo», explicó.
Pero el peligro también amenaza al propio clero pues en las Escrituras también se subraya que los sacerdotes no acudieron al Portal a pesar de conocer el advenimiento.
«De esto podemos aprender una lección. En la vida cristiana no es suficiente saber: sin salir de uno mismo, sin encontrar, sin adorar, no se conoce a Dios. La teología y la eficiencia pastoral valen poco o nada si no se doblan las rodillas», sostuvo el papa.
Es decir, que «la fe no se reduce a un conjunto de hermosas doctrinas» sino la capacidad de adorar a Dios y a Jesucristo.
«Si sabemos arrodillarnos ante Jesús, venceremos la tentación de ir cada uno por su camino. De hecho, adorar es hacer un éxodo de la esclavitud más grande, la de uno mismo. Adorar es poner al Señor en el centro para no estar más centrados en nosotros mismos», indicó.
Y es que en definitiva, zanjó, adorar es «ir a lo esencial».
«Es la forma de desintoxicarse de muchas cosas inútiles, de adicciones que adormecen el corazón y aturden la mente. De hecho, al adorar uno aprende a rechazar lo que no debe ser adorado: el dios del dinero, el dios del consumo, el dios del placer, el dios del éxito, nuestro yo erigido en dios».
Y en este sentido preguntó a sus fieles si son «adoradores» pues, reconoció, «muchos cristianos que oran no saben adorar».
El papa Francisco concluyó con los ritos de la Navidad con esta solemne misa por la Epifanía del Señor, que empezó con la procesión por el pasillo central del templo mientras el coro entonaba el «Adeste fideles».
Acto seguido el pontífice adoró la imagen del Niño Jesús situada a los pies del altar papal, bajo el imponente baldaquino. EFE
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