En plena pandemia, se declaró una guerra. El botín es el preciado material médico, que escasea en todo el mundo a medida que crecen los contagios y se disparan los ingresos hospitalarios: máscaras, respiradores y tests de prueba.
No hay reglas, todo vale. Requisiciones gubernamentales. Subastas al mejor postor en plena pista de despegue. Robos. Hasta operaciones de alto secreto por parte de las más temidas agencias de inteligencia, como el Mossad israelí.
«Nosotros necesitamos las mascarillas. No queremos que otras personas las consigan«, dijo Trump el sábado en una conferencia de prensa.
Gobiernos como el de Estados Unidos hasta han activado leyes aprobadas expresamente para tiempos de guerra con la finalidad de legalizar los embargos de material. Francia denuncia intentos de Estados Unidos de llevarse sus pedidos de China, pero París también ha provocado cortes de suministro a otros países, como España
La gran carencia internacional de mascarillas, uno de los productos clave para evitar la propagación del coronavirus, está provocando fuertes tensiones entre aliados tradicionales como Europa y Estados Unidos, sumidos todos ahora en la misma carrera vertiginosa por adquirir el tan escaso bien.
Latinoamérica no está exenta de esta lucha: hasta Brasil, está teniendo problemas. La semana pasada, su gobierno «perdió» un pedido de productos médicos que había encargado a China. El vendedor, según informó el periódico brasileño O Globo, prefirió priorizar a EE.UU. por encima de Brasil, Francia y Canadá después de que los estadounidenses hicieran una adquisición mucho más grande.

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