Ya la noticia de su enfermedad, oficializada en mayo de 2019 , generó en muchos de los seguidores del grupo una enorme nostalgia por el singular trabajo que realizó durante medio siglo. Pese a que supo llevar adelante una carrera como actor de cine y TV, Mundstock era el rostro definitivo de Les Luthiers , no porque al resto de los integrantes históricos se los identifique menos con el grupo, sino porque su voz representaba el hilo conductor dentro de cada espectáculo. Sus textos siempre fueron el marco de contención de cada cuadro escénico desarrollado por sus compañeros. Es imposible no reconstruir el sonido de su voz en nuestras cabezas al intentar recordar una situación: el hombre de esmoquin que entra con una carpeta en la mano y la abre sobre un atril (o simplemente la sostiene en una mano). El que con cara de póquer desmenuza relatos y genera una especie de ping pong con el resto de sus compañeros, ya sea en diálogos desopilantes con Daniel Rabinovich -fallecido en 2015, pero eterno en cada video que circula en las redes sociales- o como partenaire de contrapuntos musicales generados por Jorge Maronna, Carlos López Puccio y Carlos Núñez Cortés (socios de las últimas tres décadas) o por Horacio Turano, Martín O’Connor y Tomás Mayer Wolf (que se sumaron en los últimos años).
La evolución de su involución comenzó con una especie de parálisis en una pierna. Eso derivó en otros estudios que determinaron un tumor cerebral. En ese proceso, alguna vez se lo pudo ver ingresando al escenario en silla de ruedas, para saludar al final de una función en la que no participó pero, de algún modo, estuvo. Porque no se lo vio con «ropa de calle» sino vestido de Les Luthiers, como ese soldado que espera con las botas puestas el momento en que lo vengan a buscar. Más allá de algunas actividades realizadas en cine o tevé, hablar de Marcos Mundstock es referirse específicamente a Les Luthiers. Como una historia que se cuenta dos veces, porque es la misma historia.
Hijo de padres inmigrantes judíos askenazíes, Marcos nació el 25 de mayo de 1942 en la ciudad de Santa Fe. Algunos problemas económicos y la búsqueda de trabajo provocaron una mudanza familiar a Buenos Aires a los siete años. Cuando terminó el colegio secundario estudió ingeniería; nunca se llevó un título de esa carrera pero sí un grupo de amigos que conoció en el coro de la facultad. Aquello determinaría su futuro durante más de cincuenta años.
Es curiosa la relación de Marcos con la música. Le gustaba escucharla. Nunca estudió ni tuvo una facilidad para tocar instrumentos como sí la tuvo el resto de sus compañeros luthiers. En una entrevista manifestó que durante los primeros años en Buenos Aires su padre no conseguía trabajos estables; al no tener resto económico, a Marcos nunca se le ocurrió pedirle que lo mandaran a estudiar música.
Sin embargo, la afición estaba intacta y terminó en un coro. Mientras cursaba en ingeniería hizo la carrera de locutor en ISER. De allí salió con un título. Ejerció la carrera en Radio Municipal hasta la mitad de la década del sesenta. Luego del golpe militar de 1966 perdió su trabajo y con el dinero que recibió por meses adeudados se compró un piano y comenzó a tomar clases. Pero su destino era unívoco: ser la voz de Les Luthiers, el que marcaría el contrapunto, la tensión de muchas situaciones que permitieron que luego de creado el grupo, se rompiera el molde.
La experiencia, el ensayo-error y el trabajo tan minucioso de Les Luthiers en el armado de cada espectáculo, además de mostrar esa voz que con el tiempo se fue haciendo más grave, hizo que la madurez transformara el desparpajo en sutileza. Si en los primeros años de actividad (Les Luthiers debutó en 1967) Marcos podía hacer versiones libres de temas del repertorio lírico que fueron famosos en voces de importantes tenores, la experiencia ganada refinó el trabajo del locutor. Las historias de Johann Sebastian Mastropiero llevaron su sello, no solo por la inventiva de lo narrado sino por la manera como Marcos construyó al personaje desde su voz y en tercera persona, con la solemnidad que en otras épocas caracterizó a la música clásica y la sorna que delataba a un hombre de escasa honorabilidad. En esas dos características se sustentaba el personaje tan bien tallado por la voz de Mundstock.
La actividad paralela al grupo se dio de manera esporádica. En 1974 hizo la voz en off de la película Quebracho , de Ricardo Wullicher. Años después puso su voz o tuvo papeles en Roma , No sos vos, soy yo ; Cama adentro , Torrente III y Mi primera boda . También algunas apariciones televisivas en programas como el de Tato Bores y, más recientemente, Mosca & Smith .
Aunque no haya explicación, parte de la magia de Les Luthiers se demuestra cuando una persona que ya escuchó un chiste cien veces quiere volver a escucharlo. A Mundstock le pasaba lo mismo: «Sólo veo nuestros videos cuando tenemos que reponer una obra. Y hay cosas que me causan mucha gracia. Quizás las hice 800 funciones, pero me vuelvo a reír».
Fuente: La Nación Argentina
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